En 2002, el director de La Voz de Asturias puso el prólogo al libro Humor a patadas, en el que Jesús Castañón Rodríguez reflexiona sobre mecanismos lingüísticos para crear humor de tema deportivo.
Un libro frente a una patada
Faustino F. Álvarez (*)
Argentina
se enfrenta con Inglaterra en los cuartos de final del Mundial México-86. Con
la guerra de las Malvinas aún caliente, el encuentro presenta una carga de
dramatismo pocas veces vivida en un terreno de juego. Horas antes, el ínclito
Jorge Valdano –todavía jugador- había escrito con su peculiar estilo (el
Valdañol, que acuñaría posteriormente Alfonso Ussía) : “Este es un partido
ideal para que se confundan los imbéciles”. Diego Armando Maradona recupera un
balón en el centro del campo, levanta la cabeza y mira a un lado y a otro,
decide evolucionar desde la banda derecha hacia el carril del ocho, sortea a su
marcador, esprinta y dribla a otro jugador inglés y a otro más, supera en el
uno contra uno la salida desesperada de Shilton con un movimiento de cadera, se
escora hacia la derecha y, casi en el mismo instante, impulsa el balón hasta el
fondo de las mallas. Con la voz entrecortada, sin duda muy cerca del llanto, en
el último tramo de la serenidad, el locutor grita a sus televidentes: “Gracias,
Dios mío, por habernos dado el fútbol. Gracias, Dios mío, por habernos dado a
Maradona”. Argentina acaba de marcar el segundo gol (considerado uno de los
mejores de la historia de los mundiales) y franquear la puerta más difícil en
su camino a la consecución del título mundial. El propio Maradona había logrado
el primer gol de su selección minutos antes al rematar con la mano un balón al
que no llegaba con la cabeza. “Fue la mano de Dios”, diría el astro argentino
al finalizar en encuentro. Este es uno de los momentos que mejor ilustra el
paroxismo hacia el que tiende el mundo del fútbol desde el inicio de su
historia, poco más que centenaria. Un encuentro, dos situaciones –la mano de
Dios y la espectacular narración del locutor- que limitan con la épica si se
aprecia desde el corazón del aficionado y con el esperpento si se analiza desde
razonamientos estrictamente mundanos. Lo que en unos provoca taquicardias
emocionales, en otros causa carcajadas desalmadas. En cualquiera de los casos,
es la prueba del nueve de que la grandeza de este deporte ha superado la
indiferencia y de que el fútbol es ciertamente una causa grave. Y como tal, un
magnífico campo de cultivo para el otro deporte rey en España: el ingenio y el
humor.
Faustino Fernández Álvarez, autor del prólogo, y portada de la obra.
Este
enorme trabajo de Jesús Castañón, Humor a
patadas, es también una estupenda ratificación de que el fútbol es cosa
seria, mucho más en estos días en los que confluyen en torno al fenómeno dos
gigantes: el fútbol y la televisión.
La
apología de las gradas, la desmesurada proporción que ha alcanzado el fenómeno
futbolístico ha sido hasta hace muy pocos años una realidad controvertida,
desdeñada desde los círculos intelectuales, despreciada por los postulantes
políticos más progresistas y relegada a los infiernos por centenares de miles
de amas de casa. Pese a todo, en España, tal vez el país (junto a Argentina,
Inglaterra e Italia) en que la cultura futbolística está más enraizada, la
filtración del fútbol en el tejido social ha sido casi tan imparable como un
penalti bien lanzado. Hasta quienes lo consideraron el opio del pueblo coincidieron alguna vez en que el Real Madrid era
el equipo del Gobierno, el Sevilla el de los señoritos, el Betis el del pueblo,
el Espanyol el de los charnegos o el Barça el de Tarradellas.
El
honesto país del humor es quizás el lugar donde menos se ha puesto en duda el
misterio catalizador, el carácter lúdico y sorprendente y la dimensión
demencial del fútbol. La tradición humorística española, que ha hecho del
deporte rey uno de sus objetos más republicanos (en la acepción estrictamente
latina de la palabra), ha llevado el fútbol en volandas desde las barras de los
bares a su sacralización gráfica y literaria mediante la ironía, el sarcasmo,
el doble sentido, la grosería y la dulzura en cualquiera de sus soportes
clásicos o vanguardistas: desde el chiste al cartel, desde la oda a la
greguería.
Humor a patadas es un trayecto
exhaustivo y sumamente divertido por el fútbol como pretexto del humor español
del último siglo. Desde las primeras viñetas y pareados de El cardo hasta los impecables remedos de los guiñoles de Canal Plus, el fútbol ha pasado por el ejercicio de
decenas de creadores indiscutibles. Desde Ramón Gómez de la Serna a Manuel
Vázquez Montalbán o desde Wenceslao Fernández Flórez, Julio Camba o Mariano de
Cavia a Miguel Mihura, Tono, Edgar Neville, Jaime Campmany, Alfonso Ussía o
Javier Marías. Ilustres académicos como Lázaro Carreter, Zamora Vicente o el
desaparecido Emilio Alarcos han profundizado en el lenguaje futbolístico desde
la peripecia hasta la pericia. Y, en fin, en el país donde han trabajado los
mejores humoristas gráficos del mundo, la expresión intelectual del balompié
limita en numerosas ocasiones con la genialidad, tan cara por cierto en los
campos de fútbol. (“Intelectual es el que remata de cabeza”, escribió El Roto).
La
propuesta de Jesús Castañón en este libro es la rememoración –explícita y
abundantemente documentada- de la penetración del fútbol en la vida cotidiana
española a través del trabajo de escritores, periodistas, dibujantes, cineastas
y, sobre todo o todos juntos, humoristas. El libro abarca con oficio directo y
entrañable la tragedia incruenta de las sucesivas generaciones que engrosan la
intrahistoria del fútbol español. Aquí están implícitas las tardes de
transistor y marcador simultáneo, y las mañanas de la larga posguerra en los
negociados en los que los funcionarios diseccionaban las crónicas de las hojas
del lunes. También las viñetas del célebre Pepe
el hincha creado por Peñarroya y los puyazos ingenuos e ingeniosos de la
nómina de estrellas de La Codorniz, precedente y casi madre de todos los argumentos
humorísticos que trataron el fútbol durante los años 70 y buena parte de los
80, década en la que el análisis del fenómeno futbolístico se diversifica y
llega hasta las tribunas más insospechadas y, como expone con precisión Jesús
Castañón, aunque el humor se diluye en multitud de esquemas adecuados a las
nuevas fórmulas audiovisuales, los soportes deportivos más tradicionales, la
prensa sobre todos ellos, mantienen intacta su vocación analgésica ante la
euforia de la victoria o la amargura de la derrota. El deporte que más pasiones
y más dinero mueve en este país ha sido también el que más tinta ha provocado en
el ingenio español.
Parodiando
aquel otro célebre chiste de El Roto en el que un concejal de cultura
inauguraba el Día de Sant Jordi dándole una patada a un libro desde el centro
del campo, hagamos lo propio, que diría Matías Prats, y otorguemos un merecido
saque de honor a este ameno y oportuno trabajo de Jesús Castañón que, tenga el
aficionado la seguridad, no va a estropearle la quiniela.
(*) Faustino Fernández Álvarez (Mieres, 1950-Oviedo, 2014). Director del diario La Voz de Asturias y
del Centro Territorial de Televisión Española en Asturias, su trayectoria ha
estado ligada, entre otros medios, a los diarios Abc, El Comercio, El
Independiente, La Nueva España, La Razón y La Voz de Avilés; al semanario
Tiempo; a las emisoras Cope y Onda Cero; así como al canal Televisión Española
y Televisión del Principado de Asturias. Autor de varios libros, recibió en
1996 el Premio Luca de Tena y, en 2003, el Premio Nacional de Periodismo
Gastronómico.