martes, 15 de noviembre de 2016

Prólogo de Periodistas y el buen uso del idioma en el deporte

En noviembre de 2016, el presidente de la Asociación de la Prensa de Santa Cruz de Tenerife, Salvador García Llanos, puso el prólogo a la publicación en pdf Periodistas y el buen uso del idioma en el deporte, una reflexión sobre la mirada de 190 periodistas de 12 países en torno al lenguaje de la comunicación deportiva.


Prólogo

Salvador García Llanos (*)

Aquella anécdota de Antonio Machado, de don Antonio, mejor dicho.
El personaje literario de su creación, Juan de Mairena, una suerte de poeta-filósofo, le pide en clase a uno de sus alumnos que escriba en la pizarra la frase “Los eventos consuetudinarios que acaecen en la rúa”. El alumno cumple con el encargo y Mairena le dice: “Vaya usted poniendo eso en lenguaje poético”.
A continuación, tras breve meditación, escribe: “Lo que pasa en la calle”.
Juan de Mairena señala: “No está mal”.

Ilustrativo pasaje que, extrapolado a la aventura de las palabras en movimiento que Jesús Castañón Rodríguez inició hace ahora treinta y cinco años, revela el incesante caudal de la creatividad del lenguaje deportivo, un hecho al que ha sido sensible con esmero como lo prueban sus investigaciones y sus incorporaciones, hechas desde el tesón y la sencillez, al alcance de todos para que todos se beneficiaran del enriquecimiento del idioma en que se desenvuelve el ámbito deportivo y que es necesario cuidar para hacer un adecuado uso de  todos sus recursos y de todas sus opciones.

Las palabras se mueven, claro que sí. Pero no pueden ni deben hacerlo de forma desordenada o anárquica. Tienen que persuadir, atraer, fascinar, encandilar y enganchar. Lo contrario equivaldría a defraudar, revelar desconocimiento, dañar y hasta arruinar un texto, cualquiera, una información o una opinión. La vida es, sobre todo, comunicación. Por tanto, en la sociedad del conocimiento, en los tiempos que nos ha tocado vivir, con las exigencias que van en aumento, ese hecho, la comunicación, debe discurrir de forma tan fluida como ajustada, como si las palabras fueran piezas de oraciones de un gigantesco y complejo engranaje que obliga a un permanente ejercicio de destreza.

Por ello, el autor hace una tercera revisión de aquel trabajo, Periodistas por el buen uso del idioma, iniciado, con Hinchas del idioma, en la emisora salmantina de la cadena SER, allá en 2009. Le siguió otra, en 2011, con la que se gestó un libro, La comunicación deportiva y la lengua español (Castañón), prologado por el académico correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española y secretario general de la Fundación del Español Urgente, Francisco Muñoz Guerrero. En esta nueva entrega, que titula Periodistas y el buen uso del idioma del deporte, ya suman ciento noventa profesionales de doce países de dos continentes los que aportan testimonios que constatan el dinamismo del rico universo de las palabras. La aventura prosigue.

Porque el propio Castañón es quien revela su admiración por el periodismo deportivo, convencido, como está, de sus formidables potencialidades de integración y plasmación de aquellas ensoñaciones o ideales que sustancian, incluso, avances sociales y hacen madurar la expresión  oral  o  la  escritura de modo que cobran sentido los valores de la investigación y el perfeccionamiento. Adaptaciones, neologismos, sinonimia, correcciones… todo tiene  razón de ser en cada recurso expresivo o literario. La consulta se convierte, así, en un instrumento primordial para perfeccionar el estilo o superar dudas y evitar yerros dialécticos, narrativos y lingüísticos.

  



Las contribuciones de los autores registrados demuestran que no se quiere una lengua fosilizada ni anquilosada. Y mucho menos, anticuada, con vestigios de moldes que propician lugares comunes, frases hechas y hasta uso indebido de vocablos. La trascendencia y el impacto del hecho deportivo en nuestros días van más allá de las emociones o las pasiones que despierta cualquier confrontación. Estamos hablando de un volumen de negocio considerable, de miles de millones de euros o dólares por derechos de imagen. Y, por supuesto, de una incidencia sociológica en las culturas y las costumbres de las aficiones, mejor dicho, de los seguidores o de los pueblos. Eso significa que el lenguaje tiene que estar a la altura, que quienes van a manejarlo, ante audiencias millonarias o redes sociales infinitas, deben hacerlo con solidez y, por supuesto, con conocimiento de causa. El escritor y sociólogo francés Alain Ehrenberg afirmó que la popularidad de los deportes reside en su capacidad para encarnar el ideal de las sociedades democráticas, mostrándonos por medio de sus figuras, individualidades o conquistas colectivas, que “cualquiera puede llegar a ser alguien”, que el estatus no se adquiere con el nacimiento sino que se conquista en el transcurso de la vida, como escribe el antropólogo galo Christian Bromberger en el libro Fútbol y pasiones políticas (Temas de debate).

Durante mucho tiempo, el periodismo deportivo patrio tuvo que cargar con sambenitos de tópicos, repeticiones, fraseología ramplona, tibiezas contagiosas y vicios que, en muchos casos, desembocaron en una vulgarización del lenguaje. Ha costado, pero a base de esfuerzos, de una mayor preocupación por la formación, de una diversificación de las opciones de conocimiento, de una racionalización de los planes de estudio universitarios y del probado celo de muchos profesionales, expertos y profesores, ha sido posible irse desprendiendo de buena parte de ese lastre para situar al periodismo deportivo español a la altura de los mejores del mundo. Hoy por hoy es una especialización que ofrece prestaciones de alto nivel.

El lenguaje periodístico del deporte interesa, pues, desde los ángulos de su repercusión en amplísimos ámbitos sociales. “La victoria podrá quedar en los libros pero la forma de conseguirla queda en la cabeza de la gente”, dijo el técnico italiano Arrigo Sachi. Por eso, hay que hacer una estimación de la lengua de forma perseverante, no solo desde la ortodoxia gramatical o de las mejores creaciones literarias sino también desde la expresión común -y la coloquial- y las modificaciones que comporta un elemento vital de diálogo, entendimiento y conocimiento.

Machado apreció la sencillez y su escritura modélica invita a ponderar la construcción de las figuras literarias, las locuciones, la adjetivación que no embriague ni empalague, la ilación de las ideas, las premisas y sus nexos. Decir a estas alturas que hay que cuidar o mimar el lenguaje del periodismo deportivo puede parecer una obviedad aplastante pero en cualquier género, crónica, entrevista, artículo, comentario e incluso editorial, es preciso afinar, si nos apuran, hasta con un evidente afán didáctico, aún conscientes del carácter efímero de transmisiones y textos. La avidez con que se lee -cada vez más a un clic-  requiere de un cierto dominio del lenguaje y de solidez en el empleo de sus elementos y resortes. Ya dijo el periodista alemán Paul Ingendaay, en el prólogo del libro de Julián Marías, Salvajes y sentimentales (Alfaguara), que “las historias que cuenta el fútbol son actualidad y a la vez todo lo contrario. Atesoran momentos de nuestra vida que brillan por encima de otras muchas cosas de nuestro pasado, sumidas en el olvido...”.

Así que la aventura, lo que pasa en la calle, ha deparado valiosas e intelectuales experiencias en tanto que ha ido engrosándose con autores y testimonios que Jesús Castañón Rodríguez ha sabido recopilar y combinar con paciencia inagotable a lo largo de una década hasta llevar a cabo una tarea que los periodistas en general y los deportivos en particular hemos de agradecer. El buen uso del idioma es, hoy por hoy, indispensable. Las palabras están en movimiento.


(*) Salvador García Llanos (Puerto de la Cruz, 1953). Presidente de la Asociación de la Prensa de Santa Cruz de Tenerife. Periodista y escritor. Su trayectoria periodística ha estado vinculada a las agencias de noticias Efe y Logos, a los rotativos Diario de Avisos y La Tarde, a las publicaciones digitales Eldiario.es y Tribunamunicipal.es, a las emisoras Cadena Cope, Cadena Ser, Onda Cero, Radio Atlántico  y Radio Nacional de España y al canal Televisión Española. Su faceta como autor/editor comprende los libros Tipos y personajes del Puerto de la Cruz, Turismo. Reflexiones en la crisis,  Textos y manifiestos políticos (1995-99), Pensamientos en el muro y el volumen sobre las bodas de plata del Club Deportivo Puerto Cruz. Ha prologado varios libros de distintos autores. Actualmente edita www.garciaenblog.blogspot.com. También sido alcalde del Puerto de la Cruz, presidente de la Mancomunidad del Valle de la Orotava, director general de Relaciones Informativas del Gobierno de Canarias, director de comunicación del Ministerio para las Administraciones Públicas, director del gabinete del Delegado del Gobierno en Canarias y Delegado del Gobierno en Canarias. Hoy en día ejerce como director de gabinete de la presidencia del Parlamento de Canarias. Su reflexión sobre el lenguaje deportivo pretende edificar la credibilidad del periodista desde el buen uso del lenguaje, el fomento de la originalidad y la creación de un estilo propio. Comprende las intervenciones “Curso de Periodismo Deportivo”, en la actividad del mismo nombre  convocada por el Centro Internacional de Ciencias de la Comunicación en 1987; “Lenguaje y periodismo deportivo” en 1992 en el marco de un curso de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo sobre lenguaje periodístico y la “Lección de clausura del 55 Curso de Español para Extranjeros” convocado por el Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias y la Universidad de La Laguna en 2010. Además, entre 2001 y 2016, ha reflexionado sobre usos del castellano en artículos de prensa para abordar con ejemplos deportivos errores, latiguillos, muletillas, neologismos y vulgarismos.

martes, 1 de noviembre de 2016

Un libro frente a una patada

En 2002, el director de La Voz de Asturias puso el prólogo al libro Humor a patadas, en el que  Jesús Castañón Rodríguez reflexiona sobre mecanismos lingüísticos para crear humor de tema deportivo.


Un libro frente a una patada

Faustino F. Álvarez (*)

Argentina se enfrenta con Inglaterra en los cuartos de final del Mundial México-86. Con la guerra de las Malvinas aún caliente, el encuentro presenta una carga de dramatismo pocas veces vivida en un terreno de juego. Horas antes, el ínclito Jorge Valdano –todavía jugador- había escrito con su peculiar estilo (el Valdañol, que acuñaría posteriormente Alfonso Ussía) : “Este es un partido ideal para que se confundan los imbéciles”. Diego Armando Maradona recupera un balón en el centro del campo, levanta la cabeza y mira a un lado y a otro, decide evolucionar desde la banda derecha hacia el carril del ocho, sortea a su marcador, esprinta y dribla a otro jugador inglés y a otro más, supera en el uno contra uno la salida desesperada de Shilton con un movimiento de cadera, se escora hacia la derecha y, casi en el mismo instante, impulsa el balón hasta el fondo de las mallas. Con la voz entrecortada, sin duda muy cerca del llanto, en el último tramo de la serenidad, el locutor grita a sus televidentes: “Gracias, Dios mío, por habernos dado el fútbol. Gracias, Dios mío, por habernos dado a Maradona”. Argentina acaba de marcar el segundo gol (considerado uno de los mejores de la historia de los mundiales) y franquear la puerta más difícil en su camino a la consecución del título mundial. El propio Maradona había logrado el primer gol de su selección minutos antes al rematar con la mano un balón al que no llegaba con la cabeza. “Fue la mano de Dios”, diría el astro argentino al finalizar en encuentro. Este es uno de los momentos que mejor ilustra el paroxismo hacia el que tiende el mundo del fútbol desde el inicio de su historia, poco más que centenaria. Un encuentro, dos situaciones –la mano de Dios y la espectacular narración del locutor- que limitan con la épica si se aprecia desde el corazón del aficionado y con el esperpento si se analiza desde razonamientos estrictamente mundanos. Lo que en unos provoca taquicardias emocionales, en otros causa carcajadas desalmadas. En cualquiera de los casos, es la prueba del nueve de que la grandeza de este deporte ha superado la indiferencia y de que el fútbol es ciertamente una causa grave. Y como tal, un magnífico campo de cultivo para el otro deporte rey en España: el ingenio y el humor.


 
Faustino Fernández Álvarez, autor del prólogo, y portada de la obra.


Este enorme trabajo de Jesús Castañón, Humor a patadas, es también una estupenda ratificación de que el fútbol es cosa seria, mucho más en estos días en los que confluyen en torno al fenómeno dos gigantes: el fútbol y la televisión.

La apología de las gradas, la desmesurada proporción que ha alcanzado el fenómeno futbolístico ha sido hasta hace muy pocos años una realidad controvertida, desdeñada desde los círculos intelectuales, despreciada por los postulantes políticos más progresistas y relegada a los infiernos por centenares de miles de amas de casa. Pese a todo, en España, tal vez el país (junto a Argentina, Inglaterra e Italia) en que la cultura futbolística está más enraizada, la filtración del fútbol en el tejido social ha sido casi tan imparable como un penalti bien lanzado. Hasta quienes lo consideraron el opio del pueblo coincidieron alguna vez en que el Real Madrid era el equipo del Gobierno, el Sevilla el de los señoritos, el Betis el del pueblo, el Espanyol el de los charnegos o el Barça el de Tarradellas.

El honesto país del humor es quizás el lugar donde menos se ha puesto en duda el misterio catalizador, el carácter lúdico y sorprendente y la dimensión demencial del fútbol. La tradición humorística española, que ha hecho del deporte rey uno de sus objetos más republicanos (en la acepción estrictamente latina de la palabra), ha llevado el fútbol en volandas desde las barras de los bares a su sacralización gráfica y literaria mediante la ironía, el sarcasmo, el doble sentido, la grosería y la dulzura en cualquiera de sus soportes clásicos o vanguardistas: desde el chiste al cartel, desde la oda a la greguería.

Humor a patadas es un trayecto exhaustivo y sumamente divertido por el fútbol como pretexto del humor español del último siglo. Desde las primeras viñetas y pareados de El cardo hasta los impecables remedos de los guiñoles de Canal Plus, el fútbol ha pasado por el ejercicio de decenas de creadores indiscutibles. Desde Ramón Gómez de la Serna a Manuel Vázquez Montalbán o desde Wenceslao Fernández Flórez, Julio Camba o Mariano de Cavia a Miguel Mihura, Tono, Edgar Neville, Jaime Campmany, Alfonso Ussía o Javier Marías. Ilustres académicos como Lázaro Carreter, Zamora Vicente o el desaparecido Emilio Alarcos han profundizado en el lenguaje futbolístico desde la peripecia hasta la pericia. Y, en fin, en el país donde han trabajado los mejores humoristas gráficos del mundo, la expresión intelectual del balompié limita en numerosas ocasiones con la genialidad, tan cara por cierto en los campos de fútbol. (“Intelectual es el que remata de cabeza”, escribió El Roto).

La propuesta de Jesús Castañón en este libro es la rememoración –explícita y abundantemente documentada- de la penetración del fútbol en la vida cotidiana española a través del trabajo de escritores, periodistas, dibujantes, cineastas y, sobre todo o todos juntos, humoristas. El libro abarca con oficio directo y entrañable la tragedia incruenta de las sucesivas generaciones que engrosan la intrahistoria del fútbol español. Aquí están implícitas las tardes de transistor y marcador simultáneo, y las mañanas de la larga posguerra en los negociados en los que los funcionarios diseccionaban las crónicas de las hojas del lunes. También las viñetas del célebre Pepe el hincha creado por Peñarroya y los puyazos ingenuos e ingeniosos de la nómina de estrellas de La Codorniz, precedente y casi madre de todos los argumentos humorísticos que trataron el fútbol durante los años 70 y buena parte de los 80, década en la que el análisis del fenómeno futbolístico se diversifica y llega hasta las tribunas más insospechadas y, como expone con precisión Jesús Castañón, aunque el humor se diluye en multitud de esquemas adecuados a las nuevas fórmulas audiovisuales, los soportes deportivos más tradicionales, la prensa sobre todos ellos, mantienen intacta su vocación analgésica ante la euforia de la victoria o la amargura de la derrota. El deporte que más pasiones y más dinero mueve en este país ha sido también el que más tinta ha provocado en el ingenio español.

Parodiando aquel otro célebre chiste de El Roto en el que un concejal de cultura inauguraba el Día de Sant Jordi dándole una patada a un libro desde el centro del campo, hagamos lo propio, que diría Matías Prats, y otorguemos un merecido saque de honor a este ameno y oportuno trabajo de Jesús Castañón que, tenga el aficionado la seguridad, no va a estropearle la quiniela.


(*) Faustino Fernández Álvarez (Mieres, 1950-Oviedo, 2014). Director del diario La Voz de Asturias y del Centro Territorial de Televisión Española en Asturias, su trayectoria ha estado ligada, entre otros medios, a los diarios Abc, El Comercio, El Independiente, La Nueva España, La Razón y La Voz de Avilés; al semanario Tiempo; a las emisoras Cope y Onda Cero; así como al canal Televisión Española y Televisión del Principado de Asturias. Autor de varios libros, recibió en 1996 el Premio Luca de Tena y, en 2003, el Premio Nacional de Periodismo Gastronómico.