domingo, 1 de marzo de 2020

Prólogo


Prólogo

Alberto Gómez Font (*)


Siempre me han dado algo de lástima los ejecutivos que madrugan todos o casi todos los días para llegar a tiempo de desayunar en el aeropuerto y tomar el primero o el segundo avión desde Madrid a Barcelona o viceversa, pasarse el día trabajando y luego, por la tarde, ir al aeropuerto, tomarse un whisky, subir de nuevo al avión y volver a su ciudad.

Las pocas, poquísimas veces, que he tenido que volar temprano entre alguna de esas dos ciudades, me he dado cuenta de que la mayoría de los pasajeros -los hombres encorbatados, las mujeres con traje de chaqueta y todos con portafolios- al entrar en el avión saludan a los miembros de la tripulación con una familiaridad que demuestra que se ven muy frecuentemente; todo resulta muy natural, muy familiar.

Sólo una vez he hecho ese trayecto de ida y vuelta en el mismo día, y eso fue el 23 de julio de 1992. Volaba desde Madrid hacia Barcelona cuando aquella azafata volcó el vaso de zumo de naranja sobre mis pantalones, sobre los pantalones del único traje que llevaba, pues iba a pelo, sin equipaje -ni siquiera un portafolios-, ya que debía regresar ese mismo día por la tarde. Tras comunicarle a la señorita esa circunstancia ella se azoró aún más y, tras-cavilar durante unos instantes, me indicó que la siguiera hacia la parte delantera del avión. Allí, en el pequeño habitáculo destinado al descanso de los miembros de la tripulación, tomó un par de toallas, las empapó en agua muy caliente, se agachó frente a mí y comenzó a frotar sobre mis pantalones justo en la zona donde termina la bragueta y comienza la pernera, y desde ahí hasta la rodilla, una y otra vez, de abajo arriba y de arriba abajo... No sé si la cosa no llegó a más debido a mi timidez, a la suya, o a que el avión comenzó a descender hacia el aeropuerto de El Prat de Llobregat; pero sí se me ha ocurrido, en otros vuelos, sobre todo en los transoceánicos -para tener más tiempo- al ver a una azafata atractiva, la posibilidad de forzar el accidente del zumo de naranja con la esperanza de que se repita la escena posterior.

Ese día, 23 de julio de 1992, a las 12.00 h, se celebró en el Centro de Prensa Olímpica de Barcelona el acto de presentación -y posterior reparto a los periodistas hispanohablantes- de un librito titulado El idioma español en el deporte - Guía práctica, que era el resultado de un congreso internacional celebrado entre los días 13 y 16 de mayo de ese mismo año en Logroño. Con el pantalón limpio, aunque la pernera izquierda quedó algo acartonada, asistí a esa presentación en Barcelona como coautor del libro y en aquel congreso en Logroño tuve la suerte de conocer a Jesús Castañón.

La Agencia EFE -por medio de su Departamento de Español Urgente- y la Consejería de Cultura, Deportes y juventud de la comunidad autónoma de La Rioja colaboraron durante varios años en la organización de congresos dedicados al estudio del uso del español en diversas áreas del saber. El primero de esos congresos -celebrado en abril de 1991- se tituló El neologismo necesario y una de sus secciones estuvo dedicada a los neologismos en la prensa deportiva. Me tocó actuar como moderador de esa mesa redonda, aprendí mucho de los ponentes y recordé en público (ya en 1989, en un seminario titulado El idioma español en las agencias de prensa -organizado por la Agencia Efe y la Fundación Germán Sánchez Ruipérez-, se había hablado de la necesidad y oportunidad de tratar ese asunto en una reunión de especialistas) la necesidad de convocar una reunión u organizar un congreso sólo sobre el uso del español en el deporte, con vistas a los juegos Olímpicos de 1992, para hacer unas listas con los términos usados en los deportes olímpicos y procurar mejorar el uso del castellano en las noticias sobre esos juegos. Faltó, eso sí, alguien que hubiera sido muy importante que estuviese entre nosotros para hablar de los neologismos en la prensa deportiva: Jesús Castañón, y faltó porque aún no lo conocíamos.

Y ya hemos dicho que ese congreso se celebró, en Logroño, en mayo de 1992. Allí nos reunimos filólogos, periodistas y deportistas de varios países hispanohablantes y, gracias a un trabajo previo, logramos hacer algo poco habitual: publicar un libro útil, un libro de consulta, sólo un mes y medio después -en julio- de la sesión de clausura (el libro de actas se editó en 1994); es el único congreso en el que yo he participado que ha logrado producir inmediatamente lo que se pretendía desde su convocatoria: un libro útil, un material práctico para el trabajo de los interesados en el asunto. El trabajo previo mencionado corrió a cargo del Departamento de Español Urgente de la Agencia EFE y de las oficinas de la agencia en todas las capitales hispanoamericanas. Hicimos unos listados con las palabras usadas en los deportes olímpicos en cada país hispanohablante, los revisamos minuciosamente durante casi un año con la colaboración del Consejo Asesor de Estilo de la Agencia EFE (formado por académicos, catedráticos y periodistas), y el resultado, titulado Léxico de los deportes olímpicos, se repartió entre los asistentes al congreso para que lo revisaran, lo estudiaran y, entre todos, hiciésemos una versión final.


 


Alberto Gómez Font y portada del libro Tendencias actuales del idioma del deporte.

Tuvimos en esa ocasión una gran suerte: que Jesús Castañón fuera uno de los participantes en el congreso y, cómo no, uno de los más activos y de los que más interés puso en ayudarnos a lograr la versión final del librito que luego presentaríamos en Barcelona. Y después de conocer a Jesús Castañón y de conocer su obra y de comenzar a conocer algo de lo muchísimo que sabe, uno se plantea que a partir de ese momento ya no podrá prescindir de él siempre que haya que hablar sobre el lenguaje en el deporte. Y así ha sido a partir de entonces: cada vez que me han encargado organizar o coordinar un seminario sobre el uso del español en los medios de comunicación, he procurado incluir una sesión dedicada a la información deportiva y he invitado a mi amigo Jesús Castañón, pues además de ser un sabio y un gran lingüista, es eso, un amigo. Hemos trabajado juntos en los Cursos de Corrección de Textos en la Prensa Escrita organizados por la Fundación Duques de Soria en Salamanca y en Valladolid. Hemos colaborado en las jornadas organizadas por el Instituto Andaluz del Deporte y el diario Sur de Málaga para revisar y mejorar el uso del español entre los periodistas deportivos. Hemos compartido las horas dedicadas al uso del español en el máster de Periodismo de Agencia organizado por la Agencia EFE. Estar presente en una de sus clases, ponencias o conferencias es aprender disfrutando, tanto por la forma de exponer su sapiencia, como por ver cómo disfruta Jesús Castañón contando lo que sabe.

Dos años después de conocerlo lo eché mucho de menos. En Caracas, en abril de 1994, en el II Coloquio de Lingüística: "Lenguaje y Comunicación'; me tocó actuar como moderador en tres talleres dedicados al análisis del español en la información política, económica y deportiva. En ese último, el de la prensa deportiva, fui consciente de que el que tenía que haber estado allí era Jesús Castañón, no sólo por lo que hubiese aportado al taller, sino por lo que él habría disfrutado aprendiendo cosas nuevas, cosas del lenguaje del deporte en Venezuela, pues una de sus muchas virtudes es que ha sabido huir de la comodidad de dedicarse a estudiar esa faceta del lenguaje sólo en España, de donde él es y donde él trabaja, y ha saltado el Atlántico para empaparse de lo que hacen los periodistas deportivos de todo el mundo hispanohablante, hasta conocer igual de bien lo que se hace y se deshace en América y en España. Allí, en Caracas, hablamos, cómo no, mucho de béisbol o beisbol (así lo pronuncian en Venezuela y en todo el Caribe), y yo recordaba los recreos de mi colegio en Colombia, en los que ese juego -para nosotros aún no existía el concepto `deporte'- era nuestro preferido y fabricábamos los bates con pedazos de bambú grueso (guadua), y recordaba algunas palabras como 'estraik', 'ponchao'...; recuerdos que me llevaban intermitentemente a Logroño, cuando nos juntamos a revisar la lista de términos propios del béisbol y Jesús Castañón nos sorprendió con conocimientos poco habituales para un español; sabía lo que era un 'jonrón', un 'primera base', un "pitcher"...

Jesús Castañón es un investigador incansable, es un sabio indispensable, aunque uno no se imagine a un sabio tan joven, es uno de esos especialistas dedicados en cuerpo y alma a su materia de estudio. Sabemos gracias a las bibliografías que cita en sus trabajos que hubo ya otras personas dedicadas a analizar el uso del español en los deportes, pero lo sabemos por él, pues de lo contrario hubieran seguido siendo desconocidos para la mayoría de los que trabajamos en los departamentos de estilo de los medios de comunicación. Sabemos así algo de lo que había antes de él, y sabemos bastante mejor lo que habrá después, ya que se ha preocupado de crear escuela, de despertar el interés en sus alumnos, de lograr que se enseñe esa materia en la universidad; habrá un antes y un después de Jesús Castañón, pero lo más importante es el ahora, el presente, y todo lo que todavía le queda por hacer a ese joven sabio, todo lo que a los demás nos queda por aprender de él.

No ha pasado inadvertido su saber para la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española, y al sentir la necesidad de ponen al día los términos deportivos que aparecen en su diccionario han recurrido al que más sabe de eso, a Jesús Castañón, que ya ha revisado, corregido, actualizado y aumentado esa lista de palabras para la 22ª edición y sus posteriores actualizaciones. (La Academia, en esta ocasión, ha recurrido a la persona que más sabe del lenguaje deportivo sin tener en cuenta si es o no miembro de esa institución, cosa que no hizo, y muchos lo lamentamos, al editar su Ortografía de la Lengua Española, pues no pidió su colaboración a los expertos en ortografía que hay en el mundo hispanohablante y no son miembros de ninguna academia de la lengua, y editó un libro defectuoso, con lagunas y errores de bulto).

Y qué mejor para seguir aprendiendo de Jesús Castañón que leer este libro, y yo puedo decirlo con conocimiento de causa, pues ya lo he leído y he disfrutado leyéndolo. Es quizás, el primer libro de Jesús Castañón que he leído entero, pues los demás lo utilizo como libros de consulta, y he podido ver el gran esfuerzo, la minuciosidad de sus investigaciones, su interés en poner los datos a nuestro alcance de la forma más sencilla posible y a la vez con un rigor científico admirable. Jesús Castañón nos lleva a su terreno y lo hace de tal forma que es imposible no dejarse llevar, pues de la misma forma que él disfruta contándonos sus descubrimientos nosotros disfrutamos gracias a su forma de contárnoslo. Nos descubre cosas en las que nunca habíamos pensado, como la relación del tango con la hípica o la afición de Antonio Mingote al fútbol.

Debo advertir, ya para terminar, que cuando Jesús Castañón me pidió que escribiera este prólogo me acordé de una situación similar, cuando yo le pedí a Emilio Sanz de Soto que escribiera el prólogo para un libro mío sobre cócteles y él me avisó de que era abstemio. Y es que yo de deportes no sé nada, o casi nada; ni los practico ni soy aficionado a seguirlos por la televisión, soy un abstemio del deporte que lo poco que sabe de ese mundo se lo debe a su buen amigo Jesús Castañón.

Madrid, octubre de 2001.

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(*) Alberto Gómez Font es corrector de estilo en el Departamento de Español Urgente de la Agencia Efe (España). En el ámbito deportivo ha coordinado el Seminario internacional El Idioma Español en las Agencias de Prensa, el Seminario El Neologismo Necesario, el congreso internacional El idioma español en el deporte y el I Encuentro sobre el idioma español en el deporte. Ha dirigido los Talleres de comunicación en el II Coloquio de Lingüística: "Lenguaje y Comunicación". Ha coordinado los seminarios Corrección de textos periodísticos. Coordinador de varias publicaciones de la Agencia Efe sobre cuestiones lingüísticas, es autor del Vademécum de Español Urgente (I) y (II) y coautor de todas las ediciones del Manual de Español Urgente. Desde 1996, crea y modera en Internet Apuntes, un foro de debate sobre el uso del español.