Prólogo
Alberto Gómez Font (*)
Siempre
me han dado algo de lástima los ejecutivos que madrugan todos o casi todos los
días para llegar a tiempo de desayunar en el aeropuerto y tomar el primero o el
segundo avión desde Madrid a Barcelona o viceversa, pasarse el día trabajando y
luego, por la tarde, ir al aeropuerto, tomarse un whisky, subir de nuevo al
avión y volver a su ciudad.
Las
pocas, poquísimas veces, que he tenido que volar temprano entre alguna de esas
dos ciudades, me he dado cuenta de que la mayoría de los pasajeros -los hombres
encorbatados, las mujeres con traje de chaqueta y todos con portafolios- al
entrar en el avión saludan a los miembros de la tripulación con una
familiaridad que demuestra que se ven muy frecuentemente; todo resulta muy
natural, muy familiar.
Sólo
una vez he hecho ese trayecto de ida y vuelta en el mismo día, y eso fue el 23
de julio de 1992. Volaba desde Madrid hacia Barcelona cuando aquella azafata
volcó el vaso de zumo de naranja sobre mis pantalones, sobre los pantalones del
único traje que llevaba, pues iba a pelo, sin equipaje -ni siquiera un
portafolios-, ya que debía regresar ese mismo día por la tarde. Tras
comunicarle a la señorita esa circunstancia ella se azoró aún más y,
tras-cavilar durante unos instantes, me indicó que la siguiera hacia la parte
delantera del avión. Allí, en el pequeño habitáculo destinado al descanso de
los miembros de la tripulación, tomó un par de toallas, las empapó en agua muy
caliente, se agachó frente a mí y comenzó a frotar sobre mis pantalones justo
en la zona donde termina la bragueta y comienza la pernera, y desde ahí hasta
la rodilla, una y otra vez, de abajo arriba y de arriba abajo... No sé si la
cosa no llegó a más debido a mi timidez, a la suya, o a que el avión comenzó a
descender hacia el aeropuerto de El Prat de Llobregat; pero sí se me ha
ocurrido, en otros vuelos, sobre todo en los transoceánicos -para tener más
tiempo- al ver a una azafata atractiva, la posibilidad de forzar el accidente
del zumo de naranja con la esperanza de que se repita la escena posterior.
Ese
día, 23 de julio de 1992, a las 12.00 h, se celebró en el Centro de Prensa
Olímpica de Barcelona el acto de presentación -y posterior reparto a los
periodistas hispanohablantes- de un librito titulado El idioma español en el
deporte - Guía práctica, que era el resultado de un congreso internacional
celebrado entre los días 13 y 16 de mayo de ese mismo año en Logroño. Con el
pantalón limpio, aunque la pernera izquierda quedó algo acartonada, asistí a
esa presentación en Barcelona como coautor del libro y en aquel congreso en
Logroño tuve la suerte de conocer a Jesús Castañón.
La
Agencia EFE -por medio de su Departamento de Español Urgente- y la Consejería
de Cultura, Deportes y juventud de la comunidad autónoma de La Rioja
colaboraron durante varios años en la organización de congresos dedicados al
estudio del uso del español en diversas áreas del saber. El primero de esos
congresos -celebrado en abril de 1991- se tituló El neologismo necesario y una
de sus secciones estuvo dedicada a los neologismos en la prensa deportiva. Me
tocó actuar como moderador de esa mesa redonda, aprendí mucho de los ponentes y
recordé en público (ya en 1989, en un seminario titulado El idioma español en
las agencias de prensa -organizado por la Agencia Efe y la Fundación Germán
Sánchez Ruipérez-, se había hablado de la necesidad y oportunidad de tratar ese
asunto en una reunión de especialistas) la necesidad de convocar una reunión u
organizar un congreso sólo sobre el uso del español en el deporte, con vistas a
los juegos Olímpicos de 1992, para hacer unas listas con los términos usados en
los deportes olímpicos y procurar mejorar el uso del castellano en las noticias
sobre esos juegos. Faltó, eso sí, alguien que hubiera sido muy importante que
estuviese entre nosotros para hablar de los neologismos en la prensa deportiva:
Jesús Castañón, y faltó porque aún no lo conocíamos.
Y ya
hemos dicho que ese congreso se celebró, en Logroño, en mayo de 1992. Allí nos
reunimos filólogos, periodistas y deportistas de varios países hispanohablantes
y, gracias a un trabajo previo, logramos hacer algo poco habitual: publicar un
libro útil, un libro de consulta, sólo un mes y medio después -en julio- de la
sesión de clausura (el libro de actas se editó en 1994); es el único congreso
en el que yo he participado que ha logrado producir inmediatamente lo que se
pretendía desde su convocatoria: un libro útil, un material práctico para el
trabajo de los interesados en el asunto. El trabajo previo mencionado corrió a
cargo del Departamento de Español Urgente de la Agencia EFE y de las oficinas
de la agencia en todas las capitales hispanoamericanas. Hicimos unos listados
con las palabras usadas en los deportes olímpicos en cada país hispanohablante,
los revisamos minuciosamente durante casi un año con la colaboración del
Consejo Asesor de Estilo de la Agencia EFE (formado por académicos,
catedráticos y periodistas), y el resultado, titulado Léxico de los deportes
olímpicos, se repartió entre los asistentes al congreso para que lo revisaran,
lo estudiaran y, entre todos, hiciésemos una versión final.
Alberto Gómez Font y portada del libro Tendencias actuales del idioma del deporte.
Tuvimos
en esa ocasión una gran suerte: que Jesús Castañón fuera uno de los
participantes en el congreso y, cómo no, uno de los más activos y de los que
más interés puso en ayudarnos a lograr la versión final del librito que luego
presentaríamos en Barcelona. Y después de conocer a Jesús Castañón y de conocer
su obra y de comenzar a conocer algo de lo muchísimo que sabe, uno se plantea
que a partir de ese momento ya no podrá prescindir de él siempre que haya que
hablar sobre el lenguaje en el deporte. Y así ha sido a partir de entonces:
cada vez que me han encargado organizar o coordinar un seminario sobre el uso
del español en los medios de comunicación, he procurado incluir una sesión
dedicada a la información deportiva y he invitado a mi amigo Jesús Castañón,
pues además de ser un sabio y un gran lingüista, es eso, un amigo. Hemos
trabajado juntos en los Cursos de Corrección de Textos en la Prensa Escrita
organizados por la Fundación Duques de Soria en Salamanca y en Valladolid.
Hemos colaborado en las jornadas organizadas por el Instituto Andaluz del
Deporte y el diario Sur de Málaga para revisar y mejorar el uso del español
entre los periodistas deportivos. Hemos compartido las horas dedicadas al uso
del español en el máster de Periodismo de Agencia organizado por la Agencia
EFE. Estar presente en una de sus clases, ponencias o conferencias es aprender
disfrutando, tanto por la forma de exponer su sapiencia, como por ver cómo
disfruta Jesús Castañón contando lo que sabe.
Dos
años después de conocerlo lo eché mucho de menos. En Caracas, en abril de 1994,
en el II Coloquio de Lingüística: "Lenguaje y Comunicación'; me tocó
actuar como moderador en tres talleres dedicados al análisis del español en la
información política, económica y deportiva. En ese último, el de la prensa
deportiva, fui consciente de que el que tenía que haber estado allí era Jesús
Castañón, no sólo por lo que hubiese aportado al taller, sino por lo que él
habría disfrutado aprendiendo cosas nuevas, cosas del lenguaje del deporte en
Venezuela, pues una de sus muchas virtudes es que ha sabido huir de la
comodidad de dedicarse a estudiar esa faceta del lenguaje sólo en España, de
donde él es y donde él trabaja, y ha saltado el Atlántico para empaparse de lo
que hacen los periodistas deportivos de todo el mundo hispanohablante, hasta
conocer igual de bien lo que se hace y se deshace en América y en España. Allí,
en Caracas, hablamos, cómo no, mucho de béisbol o beisbol (así lo pronuncian en
Venezuela y en todo el Caribe), y yo recordaba los recreos de mi colegio en
Colombia, en los que ese juego -para nosotros aún no existía el concepto
`deporte'- era nuestro preferido y fabricábamos los bates con pedazos de bambú
grueso (guadua), y recordaba algunas palabras como 'estraik', 'ponchao'...;
recuerdos que me llevaban intermitentemente a Logroño, cuando nos juntamos a
revisar la lista de términos propios del béisbol y Jesús Castañón nos
sorprendió con conocimientos poco habituales para un español; sabía lo que era
un 'jonrón', un 'primera base', un "pitcher"...
Jesús
Castañón es un investigador incansable, es un sabio indispensable, aunque uno
no se imagine a un sabio tan joven, es uno de esos especialistas dedicados en
cuerpo y alma a su materia de estudio. Sabemos gracias a las bibliografías que
cita en sus trabajos que hubo ya otras personas dedicadas a analizar el uso del
español en los deportes, pero lo sabemos por él, pues de lo contrario hubieran
seguido siendo desconocidos para la mayoría de los que trabajamos en los
departamentos de estilo de los medios de comunicación. Sabemos así algo de lo
que había antes de él, y sabemos bastante mejor lo que habrá después, ya que se
ha preocupado de crear escuela, de despertar el interés en sus alumnos, de
lograr que se enseñe esa materia en la universidad; habrá un antes y un después
de Jesús Castañón, pero lo más importante es el ahora, el presente, y todo lo
que todavía le queda por hacer a ese joven sabio, todo lo que a los demás nos
queda por aprender de él.
No
ha pasado inadvertido su saber para la Real Academia Española y la Asociación
de Academias de la Lengua Española, y al sentir la necesidad de ponen al día
los términos deportivos que aparecen en su diccionario han recurrido al que más
sabe de eso, a Jesús Castañón, que ya ha revisado, corregido, actualizado y
aumentado esa lista de palabras para la 22ª edición y sus posteriores
actualizaciones. (La Academia, en esta ocasión, ha recurrido a la persona que
más sabe del lenguaje deportivo sin tener en cuenta si es o no miembro de esa
institución, cosa que no hizo, y muchos lo lamentamos, al editar su Ortografía
de la Lengua Española, pues no pidió su colaboración a los expertos en
ortografía que hay en el mundo hispanohablante y no son miembros de ninguna
academia de la lengua, y editó un libro defectuoso, con lagunas y errores de
bulto).
Y
qué mejor para seguir aprendiendo de Jesús Castañón que leer este libro, y yo
puedo decirlo con conocimiento de causa, pues ya lo he leído y he disfrutado
leyéndolo. Es quizás, el primer libro de Jesús Castañón que he leído entero,
pues los demás lo utilizo como libros de consulta, y he podido ver el gran
esfuerzo, la minuciosidad de sus investigaciones, su interés en poner los datos
a nuestro alcance de la forma más sencilla posible y a la vez con un rigor
científico admirable. Jesús Castañón nos lleva a su terreno y lo hace de tal
forma que es imposible no dejarse llevar, pues de la misma forma que él
disfruta contándonos sus descubrimientos nosotros disfrutamos gracias a su
forma de contárnoslo. Nos descubre cosas en las que nunca habíamos pensado,
como la relación del tango con la hípica o la afición de Antonio Mingote al
fútbol.
Debo
advertir, ya para terminar, que cuando Jesús Castañón me pidió que escribiera
este prólogo me acordé de una situación similar, cuando yo le pedí a Emilio
Sanz de Soto que escribiera el prólogo para un libro mío sobre cócteles y él me
avisó de que era abstemio. Y es que yo de deportes no sé nada, o casi nada; ni
los practico ni soy aficionado a seguirlos por la televisión, soy un abstemio
del deporte que lo poco que sabe de ese mundo se lo debe a su buen amigo Jesús
Castañón.
Madrid,
octubre de 2001.
__________
(*) Alberto Gómez Font es corrector de estilo en el
Departamento de Español Urgente de la Agencia Efe (España). En el ámbito
deportivo ha coordinado el Seminario internacional El Idioma Español en las
Agencias de Prensa, el Seminario El Neologismo Necesario, el congreso
internacional El idioma español en el deporte y el I Encuentro sobre el idioma
español en el deporte. Ha dirigido los Talleres de comunicación en el II
Coloquio de Lingüística: "Lenguaje y Comunicación". Ha coordinado los
seminarios Corrección de textos periodísticos. Coordinador de varias
publicaciones de la Agencia Efe sobre cuestiones lingüísticas, es autor del
Vademécum de Español Urgente (I) y (II) y coautor de todas las ediciones del
Manual de Español Urgente. Desde 1996, crea y modera en Internet Apuntes, un
foro de debate sobre el uso del español.