Prólogo
Loas a la obra, al autor y a los editores; cartas y críticas a los poderes públicos; exaltación del fútbol como cultura y ¡Viva el Sporting!
Mauro Muñiz (*)
"En
los años 60 y 70 se destacó la conversión
de la
entidad en una seña de identidad
desde
el lema de Cesc 'El Barca más que un club
y el
fútbol, más que un deporte". (De esta obra)
Queridos
lectores:
Consciente de la
importancia de un prólogo y siendo yo un experto en el género -género destinado
a elogiar lo que se prologa- comenzaré con una fuerte crítica para expresar mi
indignación por la modestia con que los editores y el autor presentan al público,
de nuevo, una obra ("El humorismo español y el fútbol") aparecida
hace nueve años y reeditada ahora, con un nuevo título, oportuna y muy
galanamente, gracias a "Fútbol Asociados". Oportunamente porque se
hacía esperar.
Modestia intragable.
Humildad victimista. Declinación de responsabilidades. Rechazo a todo elogio
por muy merecido que sea. Esto no es serio puesto que autor, editores asociados
y la misma obra, niegan su propia victoria por goleada mientras las gradas les
aplaudimos, les damos la copa ganada en una dura final, y les pedimos que nos
obsequien con sus camisetas bien sudadas. La razón es que las patadas al balón
en este "Humor a patadas" han roto las redes y los largueros por su
potencia, pericia y belleza. Esta obra tenía que figurar de texto, desde hace
nueve años, en las Escuelas, los Institutos y las Facultades Universitarias,
incluyendo las específicas Escuelas y Centros Superiores de Formación
Deportiva, ya que estamos ante una necesaria y logradísima contribución al
fútbol como cultura, que es una expresión del modo de ser de nuestro tiempo. Si
el maestro Ortega viviese hubiera sostenido esta tesis a la altura necesaria
para que los filósofos contemporáneos abriesen, en una interpretación
pedagógico-realista de lo que es el balompié, nuevas perspectivas a la
capacidad de pensamiento y acción del Mundo moderno.
Trabajando
como redactor jefe en "Gaceta Ilustrada" de Madrid, fundada y dirigida
por el gran periodista y escritor gijonés Manuel Suárez Caso, me encontré un
día en el Bernabéu con uno de los inmortales de la publicación, el profesor y
Académico de la Lengua don Antonio Tovar, acompañado por otro intelectual de
campanillas al que no cito porque quizá no le guste.
-
¿Ustedes aquí, maestros?
- Sí,
aquí, querido Mauro, donde debemos estar: con las masas.
Luego
me explicó, con la cordialidad y benevolencia que ya no existen en el panorama
literario español entre los maestros y los alumnos que, ni las Olimpiadas griegas
ni los Juegos romanos, tuvieron en su tiempo la importancia que tiene el deporte
del balón en el nuestro.
¿El
Fútbol como cultura? Sí, en la medida que ésta, la Cultura, constituya una
expresión de la racionalización de la naturaleza, un mecanismo de la
Civilización, aquello que integra a través de mitos, saberes, ciencias, sentido
de la superación, pluralidad de personas, simbolismo, incitación al desarrollo
de la vida humana... y todo esto es el fútbol que, como sabemos porque lo dicen
los manuales, comenzó en Oriente, se extendió por Occidente y se
profesionalizó, tras asentarse en Gran Bretaña, en 1885. Era el año en que es
un éxito "La Regenta" de Clarín; el Doctor Ferrán da a conocer su
vacuna contra el cólera; España vibra con Lagartijo y Frascuelo; muere Alfonso
XII, y la María Guerrero debuta en el teatro. Casi nada, la historia en un
hilo. Y el fútbol que había entrado en España, pero no en patera, por donde
ahora entran los inmigrantes a Eldorado de Almería, ya disponía de una liga
profesional. Diez y nueve años más tarde se fundaba la Federación Española, que
ahora parece una olla de grillos, cuyos estatutos y reglamentos se redactan
cuando comienza la Primera Guerra Mundial. El fútbol se había instalado en el
sur, el centro y norte de España y, en Asturias, surgían las cabezas y las
piernas que reverdecieron, aún más si cabe, nuestros verdes campos de edén asturiano,
y los estadios internacionales, incluyendo el de Amberes.
La
carrera del fútbol fue meteórica y, en el fondo, podríamos decir que el fútbol
es el estado normal de los occidentales entre guerras. Al acabar este siglo XX,
¿qué queréis que os diga?, los españoles podemos reeditar el lema imperial de
Carlos V "En los dominios de España nunca se pone el sol", porque si
no tenemos política de primera mano igual que los norteamericanos, en los cinco
continentes, sí disponemos y ejercemos la que nos dan los goles. Nuestros
emigrantes, y los que no lo somos, nos sentimos ciudadanos universales de
primera cuando, una y otra vez, demostramos que once contra once, no hay quien
nos gane y, si nos ganan, es por culpa del árbitro.
Se ha
escrito que, gracias al fútbol, las dictaduras intentan alienar a las masas.
Claro que sí. Las dictaduras y las democracias desde los romanos. El poder
político siempre ha buscado sumisión o por la fuerza o por el engaño. Y casi
siempre lo ha conseguido. Pero el fútbol es más que el poder político. Se deja
mimar por él, se aprovecha de él y lo somete a sus propios encantos y, si no,
no hay más que ver las mimosidades, complacencias, carantoñas y libidinosidades
con que los políticos, antes y ahora, buscan los votos del pueblo retratándose
en las tribunas en todas las finales, gane quien gane. (En las finales,
queridos amigos, no hay perdedores, sino ganadores...)
Comprendo,
al paso de los años, la importancia -no podía ser de otra manera- del maestro
Tovar en su explícito reconocimiento del poder futbolístico de las masas.
Comparto un no periclitado concepto de que las masas, y no las mayorías, son
las verdaderas protagonistas de la Historia, pues que las últimas, en
definitiva no son más que puras estadísticas manipuladas, políticamente, por
las urnas. Las masas, por el contrario, nunca son silenciosas. Sin ellas no hay
revolución posible, quieren vivir con su lenguaje y, si hace falta, mueren con
el viva en la boca. Las mayorías, en cuanto suena algo, se meten debajo de la
cama. Las masas concurren al fútbol y, como un milagro imperado por una
racionalidad instintiva, ondulan, cantan, se exaltan, se indignan, levantan la
tarde en las horas de combate y la hacen grandiosa y resucitan en las alamedas
perdidas del domingo, la canción de los rivales. Quien no vea en las masas, a lo
largo de un partido de fútbol importante, el desarrollo de un orden, por
escandaloso que sea, que se vaya a la siesta o al nirvana político del
"café, copa y bulo...".
La
cadencia integradora de nuestra vida pública ofrece su mejor expresión, la más
vibrante, incansable y comunicativa, en los estadios de fútbol. Y es difícil
negar, por doloroso que lo sintamos, que los mejores homenajes a la Bandera de
todos, se hacen en y desde las gradas.
La
Cultura del fútbol es una cultura de masas, para las masas y ha recibido la alternativa
de los humoristas, que son los filósofos geniales de nuestro tiempo. Humor a patadas representa, como digo,
una afirmación, docta y rigurosa, de la imparable ascensión del fútbol como
cultura. Cuando lleguemos a ocupar nuestros reservados y merecidos sitiales en
los cielos, comprobaremos que Dios y los ángeles, tronos, virtudes, potestades,
dominaciones, querubines y serafines, celebran el domingo llevando pancartas y
camisetas a favor de sus equipos en la liga.
Con una
excepcional, paciente, rigurosa dedicación, y con prurito doctoral, el autor ha
hecho un servicio impagable a la cultura ya la convivencia democráticas pues
que, sin fútbol, en España ya hubiese triunfado la referencia goyesca del
garrote.
El
fútbol organizado des activa las tendencias fratricidas que campeaban y enseñoreaban
el bronco paisaje histórico español y ha sentado a los españoles, para que
diriman sus cuestiones eternas, en las gradas y, desde ellas, hacen de la paz
una gloriosa competición compartida, mientras el balón, por los aires o
bebiendo y besando el jugoso césped, canta que el mundo no es colombino sino que,
redondo y fulgurante, lleva el mensaje del alirón al Cosmos tentado por el caos
del bing-bang. Importa ganar, importa no perder. Pero con final victorioso o
no, gana la lealtad y la solidaridad con los colores propios. Los colores del
arco iris de la personalidad colectiva. El mahón, el humo, la entraña
carbonaria, la azulosa mirada del mar, el trajín de nuestras gentes, las ganas
de vivir, la bondad del pan y el rechazo al miedo. ¡Ay, nuestros colores! Los
colores de nuestro equipo nos visten de fiesta y combate vital. Cuando lanzamos
las arengas por nuestro equipo llamamos al pueblo por su nombre y todo vuelve a
ser siempre hermoso. Son las claves del fútbol que, a veces con bronca,
levantan las ganas de seguir, fuera del estadio, en la convivencia y la
rivalidad.
Se
trata, la del autor, de una hazaña irrepetible. Ha entrado en el humor nacional
y ha recogido, en su estética y su invasiva crítica de gracia, durante veintiún
años, en esta antología perfectamente matizada, todo lo que sobre el fútbol han
dicho escritores, filósofos, dibujantes, en los medios de comunicación. El
libro, por lo tanto, es una agenda puntual para periodistas, políticos,
académicos, aficionados, para todos cuantos estamos enganchados en el tirón del
fútbol, que es la más plural y lúdica expresión del ser de nuestro tiempo.
Muchas
gracias a Jesús Castañón, cuyo padre fue compañero mío en la Escuela de
Periodismo, un gran escritor que cantó a su tierra en "Romances de
Grisú", compartió su vocación con la de catedrático de literatura y fue, y
es, un orgullo para mi generación. Jesús Castañón es, como su padre, de la
cantera. Esta obra le convierte en el primer cronista intelectual del fútbol
español.
Un
saludo a José-Manuel Femández, que sigue fabricando fútbol y creando futbolistas.
Su imagen en el campo no ha sido olvidada y reverbera en el recuerdo, en las
tardes de los domingos, cuando admiramos a las nuevas generaciones. Es más que
de nuestra cantera, ahora. Él la hace.
Y otro,
a los viejos amigos supervivientes de la escuela pública El Arenal, que
teníamos claro las tres cosas más importantes, además de la familia y del
barrio, en el Universo: Dios, España y el Sporting de Gijón.
Madrid, 2002.
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(*) Mauro Muñiz es periodista y escritor. Graduado en la Escuela Oficial
de Periodismo y doctor en Ciencias de la Información, ha sido presidente del sindicato
Asociación Profesional Libre e Independiente y jefe de prensa de CSI-CSIF. Su
trayectoria periodística ha estado vinculada, entre otros medios de
comunicación, a los diarios madrileños Abc, El Alcázar y Nivel, el gijonés El
Comercio y el conquense Ofensiva, a los semanarios El Español, Gaceta Ilustrada
y La Actualidad Económica y a Televisión Española, canal en el que desempeñó el
cargo de Jefe de los Servicios Informativos. Su labor literaria ha comprendido cuentos, relatos cortos, poemas y ensayos.