lunes, 1 de junio de 2020

Loas a la obra, al autor y a los editores;


Prólogo

Loas a la obra, al autor y a los editores; cartas y críticas a los poderes públicos; exaltación del fútbol como cultura y ¡Viva el Sporting!

Mauro Muñiz (*)

"En los años 60 y 70 se destacó la conversión
de la entidad en una seña de identidad
desde el lema de Cesc 'El Barca más que un club
y el fútbol, más que un deporte". (De esta obra)

Queridos lectores:

Consciente de la importancia de un prólogo y siendo yo un experto en el género -género destinado a elogiar lo que se prologa- comenzaré con una fuerte crítica para expresar mi indignación por la modestia con que los editores y el autor presentan al público, de nuevo, una obra ("El humorismo español y el fútbol") aparecida hace nueve años y reeditada ahora, con un nuevo título, oportuna y muy galanamente, gracias a "Fútbol Asociados". Oportunamente porque se hacía esperar.

Modestia intragable. Humildad victimista. Declinación de responsabilidades. Rechazo a todo elogio por muy merecido que sea. Esto no es serio puesto que autor, editores asociados y la misma obra, niegan su propia victoria por goleada mientras las gradas les aplaudimos, les damos la copa ganada en una dura final, y les pedimos que nos obsequien con sus camisetas bien sudadas. La razón es que las patadas al balón en este "Humor a patadas" han roto las redes y los largueros por su potencia, pericia y belleza. Esta obra tenía que figurar de texto, desde hace nueve años, en las Escuelas, los Institutos y las Facultades Universitarias, incluyendo las específicas Escuelas y Centros Superiores de Formación Deportiva, ya que estamos ante una necesaria y logradísima contribución al fútbol como cultura, que es una expresión del modo de ser de nuestro tiempo. Si el maestro Ortega viviese hubiera sostenido esta tesis a la altura necesaria para que los filósofos contemporáneos abriesen, en una interpretación pedagógico-realista de lo que es el balompié, nuevas perspectivas a la capacidad de pensamiento y acción del Mundo moderno.

Trabajando como redactor jefe en "Gaceta Ilustrada" de Madrid, fundada y dirigida por el gran periodista y escritor gijonés Manuel Suárez Caso, me encontré un día en el Bernabéu con uno de los inmortales de la publicación, el profesor y Académico de la Lengua don Antonio Tovar, acompañado por otro intelectual de campanillas al que no cito porque quizá no le guste.

- ¿Ustedes aquí, maestros?

- Sí, aquí, querido Mauro, donde debemos estar: con las masas.

Luego me explicó, con la cordialidad y benevolencia que ya no existen en el panorama literario español entre los maestros y los alumnos que, ni las Olimpiadas griegas ni los Juegos romanos, tuvieron en su tiempo la importancia que tiene el deporte del balón en el nuestro.

¿El Fútbol como cultura? Sí, en la medida que ésta, la Cultura, constituya una expresión de la racionalización de la naturaleza, un mecanismo de la Civilización, aquello que integra a través de mitos, saberes, ciencias, sentido de la superación, pluralidad de personas, simbolismo, incitación al desarrollo de la vida humana... y todo esto es el fútbol que, como sabemos porque lo dicen los manuales, comenzó en Oriente, se extendió por Occidente y se profesionalizó, tras asentarse en Gran Bretaña, en 1885. Era el año en que es un éxito "La Regenta" de Clarín; el Doctor Ferrán da a conocer su vacuna contra el cólera; España vibra con Lagartijo y Frascuelo; muere Alfonso XII, y la María Guerrero debuta en el teatro. Casi nada, la historia en un hilo. Y el fútbol que había entrado en España, pero no en patera, por donde ahora entran los inmigrantes a Eldorado de Almería, ya disponía de una liga profesional. Diez y nueve años más tarde se fundaba la Federación Española, que ahora parece una olla de grillos, cuyos estatutos y reglamentos se redactan cuando comienza la Primera Guerra Mundial. El fútbol se había instalado en el sur, el centro y norte de España y, en Asturias, surgían las cabezas y las piernas que reverdecieron, aún más si cabe, nuestros verdes campos de edén asturiano, y los estadios internacionales, incluyendo el de Amberes.

La carrera del fútbol fue meteórica y, en el fondo, podríamos decir que el fútbol es el estado normal de los occidentales entre guerras. Al acabar este siglo XX, ¿qué queréis que os diga?, los españoles podemos reeditar el lema imperial de Carlos V "En los dominios de España nunca se pone el sol", porque si no tenemos política de primera mano igual que los norteamericanos, en los cinco continentes, sí disponemos y ejercemos la que nos dan los goles. Nuestros emigrantes, y los que no lo somos, nos sentimos ciudadanos universales de primera cuando, una y otra vez, demostramos que once contra once, no hay quien nos gane y, si nos ganan, es por culpa del árbitro.






Mauro Muñiz y portada del libro Humor a patadas.

Se ha escrito que, gracias al fútbol, las dictaduras intentan alienar a las masas. Claro que sí. Las dictaduras y las democracias desde los romanos. El poder político siempre ha buscado sumisión o por la fuerza o por el engaño. Y casi siempre lo ha conseguido. Pero el fútbol es más que el poder político. Se deja mimar por él, se aprovecha de él y lo somete a sus propios encantos y, si no, no hay más que ver las mimosidades, complacencias, carantoñas y libidinosidades con que los políticos, antes y ahora, buscan los votos del pueblo retratándose en las tribunas en todas las finales, gane quien gane. (En las finales, queridos amigos, no hay perdedores, sino ganadores...)

Comprendo, al paso de los años, la importancia -no podía ser de otra manera- del maestro Tovar en su explícito reconocimiento del poder futbolístico de las masas. Comparto un no periclitado concepto de que las masas, y no las mayorías, son las verdaderas protagonistas de la Historia, pues que las últimas, en definitiva no son más que puras estadísticas manipuladas, políticamente, por las urnas. Las masas, por el contrario, nunca son silenciosas. Sin ellas no hay revolución posible, quieren vivir con su lenguaje y, si hace falta, mueren con el viva en la boca. Las mayorías, en cuanto suena algo, se meten debajo de la cama. Las masas concurren al fútbol y, como un milagro imperado por una racionalidad instintiva, ondulan, cantan, se exaltan, se indignan, levantan la tarde en las horas de combate y la hacen grandiosa y resucitan en las alamedas perdidas del domingo, la canción de los rivales. Quien no vea en las masas, a lo largo de un partido de fútbol importante, el desarrollo de un orden, por escandaloso que sea, que se vaya a la siesta o al nirvana político del "café, copa y bulo...".
La cadencia integradora de nuestra vida pública ofrece su mejor expresión, la más vibrante, incansable y comunicativa, en los estadios de fútbol. Y es difícil negar, por doloroso que lo sintamos, que los mejores homenajes a la Bandera de todos, se hacen en y desde las gradas.

La Cultura del fútbol es una cultura de masas, para las masas y ha recibido la alternativa de los humoristas, que son los filósofos geniales de nuestro tiempo. Humor a patadas representa, como digo, una afirmación, docta y rigurosa, de la imparable ascensión del fútbol como cultura. Cuando lleguemos a ocupar nuestros reservados y merecidos sitiales en los cielos, comprobaremos que Dios y los ángeles, tronos, virtudes, potestades, dominaciones, querubines y serafines, celebran el domingo llevando pancartas y camisetas a favor de sus equipos en la liga.

Con una excepcional, paciente, rigurosa dedicación, y con prurito doctoral, el autor ha hecho un servicio impagable a la cultura ya la convivencia democráticas pues que, sin fútbol, en España ya hubiese triunfado la referencia goyesca del garrote.

El fútbol organizado des activa las tendencias fratricidas que campeaban y enseñoreaban el bronco paisaje histórico español y ha sentado a los españoles, para que diriman sus cuestiones eternas, en las gradas y, desde ellas, hacen de la paz una gloriosa competición compartida, mientras el balón, por los aires o bebiendo y besando el jugoso césped, canta que el mundo no es colombino sino que, redondo y fulgurante, lleva el mensaje del alirón al Cosmos tentado por el caos del bing-bang. Importa ganar, importa no perder. Pero con final victorioso o no, gana la lealtad y la solidaridad con los colores propios. Los colores del arco iris de la personalidad colectiva. El mahón, el humo, la entraña carbonaria, la azulosa mirada del mar, el trajín de nuestras gentes, las ganas de vivir, la bondad del pan y el rechazo al miedo. ¡Ay, nuestros colores! Los colores de nuestro equipo nos visten de fiesta y combate vital. Cuando lanzamos las arengas por nuestro equipo llamamos al pueblo por su nombre y todo vuelve a ser siempre hermoso. Son las claves del fútbol que, a veces con bronca, levantan las ganas de seguir, fuera del estadio, en la convivencia y la rivalidad.

Se trata, la del autor, de una hazaña irrepetible. Ha entrado en el humor nacional y ha recogido, en su estética y su invasiva crítica de gracia, durante veintiún años, en esta antología perfectamente matizada, todo lo que sobre el fútbol han dicho escritores, filósofos, dibujantes, en los medios de comunicación. El libro, por lo tanto, es una agenda puntual para periodistas, políticos, académicos, aficionados, para todos cuantos estamos enganchados en el tirón del fútbol, que es la más plural y lúdica expresión del ser de nuestro tiempo.

Muchas gracias a Jesús Castañón, cuyo padre fue compañero mío en la Escuela de Periodismo, un gran escritor que cantó a su tierra en "Romances de Grisú", compartió su vocación con la de catedrático de literatura y fue, y es, un orgullo para mi generación. Jesús Castañón es, como su padre, de la cantera. Esta obra le convierte en el primer cronista intelectual del fútbol español.

Un saludo a José-Manuel Femández, que sigue fabricando fútbol y creando futbolistas. Su imagen en el campo no ha sido olvidada y reverbera en el recuerdo, en las tardes de los domingos, cuando admiramos a las nuevas generaciones. Es más que de nuestra cantera, ahora. Él la hace.

Y otro, a los viejos amigos supervivientes de la escuela pública El Arenal, que teníamos claro las tres cosas más importantes, además de la familia y del barrio, en el Universo: Dios, España y el Sporting de Gijón.

Madrid, 2002.

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(*) Mauro Muñiz es periodista y escritor. Graduado en la Escuela Oficial de Periodismo y  doctor en Ciencias de la Información, ha sido presidente del sindicato Asociación Profesional Libre e Independiente y jefe de prensa de CSI-CSIF. Su trayectoria periodística ha estado vinculada, entre otros medios de comunicación, a los diarios madrileños Abc, El Alcázar y Nivel, el gijonés El Comercio y el conquense Ofensiva, a los semanarios El Español, Gaceta Ilustrada y La Actualidad Económica y a Televisión Española, canal en el que desempeñó el cargo de Jefe de los Servicios Informativos. Su labor literaria ha comprendido cuentos, relatos cortos, poemas y ensayos.